Movía Carpo la mano que se articula
en la muñeca, agarrando con los dedos las piezas de que cuelgan las cuerdas que
se aseguran en las cárcolas en los telares de terciopelo. Estaban tejiendo una
bandera republicana para sacar y ondear a los cuatro vientos los días en que
están cerrados los tribunales y
suspendidos los negocios de justicia.
Hablaban de que el rey enajenaba,
pasaba o entregaba al hijo príncipe el dominio del reino con enálage, figura
retórica que consiste en mudar las partes de la oración o sus accidentes, como
cuando se pone un tiempo del verbo por otro.
La
España casposa decía amores o requiebros a padre e hijo, enalbardando y rebozando lo que se ha de asar
o freír, enarmonando, empinando el estandarte cual fetiche portado por
enaciados, súbditos de los reyes cristianos unidos estrechamente por vínculos
de amistad. Que el nuevo rey sería proclamado cual emplenta, pedazo de tapia
que se hace de una vez, según el tamaño del tapial con que se fabrica.
Al contemplar la Geografía desde el
cabo de Creux al Finisterre, los buques han calado demasiado de popa en sus
costas. Los pollos o cría de las abejas meditan y estudian mucho el asunto. Las
aves se han echados obre los huevos para calentarlos y criar los pollos. El
pueblo ha venido a pobre, llenándose de porretas los sembrados. En las charcas
del cáñamo o lino se han sepultado los expedientes del proceso
constitucional para no seguir su curso.
Después de habar pasado el ave, detrás della, se han empuchado o puesto las
madejas en lejía.
Estamos en la empuñadura o principio
de un discurso o cuento. Los cabos están colocados al extremo superior de las
velas del barco, mientras en cada faja de rizos, los puños o ángulos de ellas sujetan los primeros
tojinos de la verga. Emulo y Emuntorio, rivales y encontrados, están uno frente
a otro, sentados en sendos retretes, para evacuar fuera de ellos los humores
superfluos. El uno es de Carratraca, villa en la provincia de Málaga; el otro,
de Carrascalejo, localidad en la provincia de Badajoz.
-Aquí
estamos como en Carraca, cierta embarcación antigua de carga, dice Emuntorio;
replicando Emulo:
-Sí, o
en carquesa, horno para templar los cristales y otras cosas.
Desde las orejas al rabo, se escucha
una canción bastante conocida. Era esa que habla de que “la culpa no la tiene
el pueblo sino los Asnos”,
-Pero
¿has visto la que se ha montado, Emulo? Estamos en abducción, silogismo en que
la proposición mayor es evidente y la menor probable.
-Abdicar,
Emuntorio, es renunciar al mando, honor o dignidad que se posee o que se cree
poseer.
Ahora, callan, pues ha entrado un
caballero que se ve únicamente limitado a la boca de orinar quien,
reflexionando en alta voz y diciendo “que más vale algo que nada” (se llama
Abascando, libre de maleficio), como quien apoya o defiende un naipe en el
juego de la malilla, les dice:
--Me
encantaría que aquí, como en todos los reinos del Orbe, la legitimidad de la
realeza no sea esperar a la muerte o abdicación. Nada de eso. Que por ventura
fuera como en la antigua Grecia que, para alcanzar corona y cetro, el hijo maniataba
al padre y, dándole a beber una cierta mezcolanza con la que emborrachar al
pobre viejo, iba , le cogía y le capaba; que es la manera de heredar hasta en el cielo,
como refieren los clásicos griegos.
En honor de los dos, Abascando,
desentrañándose, rebuznó delante de ellos.
-¡ Y no
han sido pocos¡ replicaron los dos a la vez.
Abascando, salió cantando:
“Mangana,
manganilla y almajaneque”
-Daniel
de Cullá
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